En pleno corazón de Kreuzberg, delante del centro creativo Modulor, en Moritzplatz, se alza el parque urbano de Prinzessinengarten.
Como tantos otros parques, uno puede pasear, descansar o tomar algo en
él. Sin embargo, éste tiene dos peculiaridades: La primera és que está
gestionado por residentes y usuarios. La segunda, que en él se cultivan
frutas y hortalizas, se imparten cursos y se organizan actividades en
torno a la agricultura urbana. Prinzessinengarten es pues un huerto
urbano, pero a la vez hace de parque público y de pulmón verde en una
zona cruzada por grandes calles. Dentro del parque hay un servicio de
cafetería, biblioteca y una tienda para comprar los productos cultivados
por los voluntarios y trabajadores. Es un sitio más de la ciudad en el
que pasear y estar, con la peculiaridad que no entra dentro de la
categoría de lo público ni de lo privado: es un parque colectivo, una
muestra de lo que es el procomún.
El fenómeno de las iniciativas socialmente innovadoras en
torno a los huertos urbanos se está dando en múltiples ciudades del
planeta en base a la organización colectiva local, con mayor o menor
apoyo de las autoridades públicas: hay huertos urbanos en Manhattan (Nueva York), Leeds, Barcelona y Berlín,
entre otras muchas ciudades. Ante la emergencia de estas prácticas cabe
preguntarse cuál es el potencial de la agricultura urbana en términos
de transformación de las formas de vida urbanas y de la morfología misma
de las ciudades. Así pues, cuáles son los objetivos de los huertos
urbanos? A falta de una investigación más rigurosa, podemos encontrar
tres grandes líneas de actuación en el desarrollo de los huertos
urbanos. No todos los huertos urbanos los cumplen todos, pero al menos
si alguno de ellos:
-
Promoción de nuevas formas de producción alimentaria y de relación con la comida por parte de los ciudadanos.
-
Promoción de nuevas formas de organización colectiva y de relaciones sociales basadas en la escala barrial o de ciudad.
-
Promoción de otro modelo de desarrollo urbano que incluya nueva conceptualización de los espacios verdes.
En primer lugar, los huertos urbanos sirven para producir
alimentos de proximidad con criterios controlados y no maximizadores del
beneficio. En este sentido, los huertos urbanos están vinculados más o
menos explícitamente dependiendo del caso a la agricultura ecológica y
al movimiento slowfood. En el fondo se parte de construir formas de
producción fuera del mercado. En algunos casos los productos sirven a
los agricultores urbanos implicados para autoabastecerse, mientras que
en otros (como el Prinzessinengarten de Berlín) los productos estén a la
venta para sustentar el conjunto de la iniciativa. Tal y como Carolyn
Steel relata en el interesante libro Hungry City
(2008), la historia de las ciudades ha estado ligada a la producción de
comida dentro de las ciudades o en sus proximidades. La producción
industrial, la logística y la era del petróleo han hecho que este patrón
cambie, permitiendo la emergencia de grandes actores de la logística
(Tesco en Inglaterra, Mercadona en España, Carrefour o Auchan en
Francia) que han acabado por controlar el mercado de la alimentación.
Por otra parte, el desarrollo urbano y los fenómenos de
metropolitanización han destruido gran parte de las antiguas áreas
agrícolas cercanas a las ciudades, de forma que parece que este proceso
no tiene marcha atrás. La propuesta de horticultura urbana intenta ser
una respuesta a este dilema, y es integrada de forma creciente tanto en
las demandas vecinales como en la planificación. Igualmente, en muchos
lugares es adoptada como una forma de autoabastecimiento en el contexto
de la cirsis económica.
Foto: Marc Pradel |
En segundo lugar, el surgimiento de iniciativas socialmente
innovadoras basadas en los huertos urbanos ha partido de los vecinos y
usuarios, que trabajan de forma colaborativa para desarrollar el
cultivo. La mayoría de huertos urbanos se gestionan de forma
democrática, cosa que es posible hacer de forma más o menos eficiente
gracias al tamaño de las comunidades, y tienen una apertura y
vinculación con la ciudadanía. Por ejemplo, la colaboración con escuelas
y otras labores educativas permiten dar legitimidad y utilidad social
al proyecto y enraizarlo en el barrio. Este elemento tiene que ver con
el tercer punto, que vincula huertos urbanos con planificación y
desarrollo de la ciudad. Algunos huertos urbanos se han erigido como
ejemplos de un urbanismo alternativo y participativo en el que se crean
espacios verdes para la ciudad que a la vez son centros de producción,
educación y cultura. En este sentido, algunas iniciativas han remarcado
su rol no como meras áreas de producción para los vecinos sino como
espacios del barrio o ciudad y formas de apropiación colectiva del
territorio.
El desarrollo del huerto urbano en el Forat de la vergonya
tiene que ver con este tipo de planteamientos. También el
Prinzessinengarten que promueve la definición de espacios por los
propios ciudadanos, cosa que contribuye a la imagen positiva de Berlín a
escala global. El parque está ahora amenazado por la construcción de un
complejo creativo en el área. En el pasquín para la defensa del proyecto,
los promotores de Prinzessinengarten lo presentan como un modelo para
desarrollar políticas orientadas a los ciudadanos y no al mercado:
“La cuestión de Moritzplatz no es solamente sobre unos años
más o menos para el Prinzessinengarten. La situación ofrece una
oportunidad excelente para abordar cuestiones urbanas más profundas y
urgentes: las formas y oportunidades de participación, la preservación
de espacios abiertos y su diversidad, el valor de la implicación social,
el equilibrio entre los intereses económicos y la prevención de la
expulsión de las estructuras sociales existentes”
Este posicionamiento es coherente con el debate que se está
dando en la ciudad sobre la propiedad y los usos del suelo, con una
composición en el senado de Berlín predispuesta en principio a poner
coto a las actividades especulativas en pos de mantener una diversidad y
ambiente artístico en Berlín que le ha dado gran parte de su atractivo
turístico.
Así pues, el potencial de los huertos urbanos en términos
de transformación es alto. Ahora bien, el desarrollo de estas prácticas
tiene una serie de limitaciones. En primer lugar, como otras iniciativas
socialmente innovadoras, el desarrollo de huertos urbanos depende en
gran medida de la voluntad y el grado de tolerancia de la administración
local y los actores privados sobre este tipo de iniciativas, que se
desarrollan a menudo sobre terrenos abandonados. Muchas veces es
necesario encontrar formas de vinculación con la administración local
sin que esto signifique la institucionalización o cooptación.
Por otro lado, la falta de espacio en las ciudades
densificadas limita las posibilidades de expansión de la horticultura
urbana. En la mayoría de casos, las ciudades y especialmente sus centros
reciben una gran presión por parte de los agentes urbanos deseosos de
maximizar la construcción de vivienda o equipamientos rendibles. Aquí el
caso de Berlín es excepcional, debido a que cuenta con grandes
cantidades de espacio urbano disponible para prácticas innovadoras por
la doble acción de la República Democrática Alemana: la urbanización
socialista (no densificada) del Berlín Este y la eliminación de una
franja de 500 metros de casco urbano con motivo de la construcción del
muro de Berlín.
Barcelona, en contraste, tiene menos posibilidades de
desarrollar parques urbanos de este tipo, aunque la crisis inmobiliaria
ha permitido la emergencia de algunos en solares vacíos, impulsados
desde las asambleas sociales del 15M. A pesar de estas dificultades, en
Catalunya existen diferentes iniciativas de promoción de horticultura
urbana (como Plantem-nos en Terrassa) que se han vinculado al movimiento
de custodia urbana (ver post sobre la custodia urbana en este mismo blog).
Por otro lado, el área metropolitana de Barcelona tiene la
rareza de un parque agrario en el delta del Llobregat que, si bien sigue
lógicas totalmente distintas a las descritas en este artículo, si que
ejerce de parque urbano público. Una vez superada la amenaza de
Eurovegas cabría la posibilidad de profundizar en esta dimensión pública
de parque, así como aprovechar las fuerzas acumuladas contra el
proyecto de Adelson para promover otro tipo de modelo de ciudad.
Para saber más:
Berlín: http://prinzessinnengarten.net/
Steel, C. (2008). Hungry City: How Food Shapes Our Lives. London: Vintage Books.
Sobre custodia urbana: custodiaurbana.wordpress.com Marc Pradel
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