dimarts, 30 d’abril del 2024

Àngel Camino, escultor

GUK, Amurrio

Sònia Villegas
*El País, "Babelia", 2 de abril de 2005

Viendo el magnífico audiovisual GUK, realizado per Pep Puig sobre la escultura de Angel Camino del mismo título instalada en un parque de la localidad alavesa de Amurrio, no he podido por menos que pensar en unas palabras del filósofo y crítico del arte Arthur C. Danto que leí hace poco con motivo de la publicación de su último libro, El abuso de la belleza.

Dice Danto que lo que su libro intenta hacer, desde el punto de vista de la historia del arte, es explicar “por qué se fue [a principios del siglo XXI] la belleza y nunca más volvió (...) por qué es una opción y no una obligación o una necesidad para el artista el hacer un objeto bello". Como consecuencia de ello, el pensador nos ofrece un análisis que sugiere que, en el arte actual, “la opción de hacer algo bello está indicado cuando su ser bello contribuya al signiflcado de la obra. Yo llamo a eso —concluye Danto- belleza interna”.

Desde que conocí a Angel Camino, mejor dicho, desde que oonocí las obras realizadas por Angel Camino, en su casa-taller de Sant Martí Sarroca, tuve la convicción profunda de estar contemplando la unión perfecte de la belleza con el significado, de ser testigo privilegiado de una de esas escasas veces de estar delante de un artista completo, un artista al estilo del Renacimiento - permítaseme la osadía-. que, además de transmitir plásticamente ideas y pensamientos, logra transmitir belleza.

Durante mis lecciones de piano, siendo niña. siempre recuerdo las palabras de mi anciano profesor diciéndome: “debes dominar la tècnica hasta que llegue ese momento en que logres no pensar en ella y comiences a disfrutar de la música“. Y ésa es precisamente la impresión que tengo —y me consta que no soy la única- cada vez que me encuentro ante una obra de Angel Camino. Angel domina, sin ningún género de dudas, la tècnica de la escultura —y otras técnicas también, la del dibujo, la del grabado, aunque él es fundamentalmente un escultor— y la domina hasta tal punto que la sobrepasa, la transforma en emoción pura y así se la trasmite a los espectadores de sus obras.

Y eso sucede desde el mismo inicio de su andadura artística a principios de los años setenta, como puede verse..., hasta sus obras más recientes, como... hasta el punto de poder afirmar que esta unión indisoluble de signiñcado y belleza, de verdad —verdad entendida como sinceridad en la transmisión de 1os pensamientos del artista- y belleza, constituye el nexo común subyacente a toda su obra.

No sé si son los materiales. en su mayoría nobles, como el mármol (vuelvo a pensar de nuevo en los artistas renacentistas, pues en muchas ocasiones Angel trabaja con el material originario de Carrara), el granito, el bronce, el acero, el hierro o la madera, o el diálogo que sabe establecer entre el vacío y el lleno, entre la masa corpórea (extraordinariamente corpórea, dicho sea de paso) de las esculturas y la atmósfera que las rodea. no sé. .. lo cierto es que las obras de Angel están hechas para la contemplación, y digo contemplación y no visualización, porque ante ellas uno debe tomarse su tiempo pues, como he comentado antes, transmiten múltiples significados —los que le puso el propio artista y los que nosotros como espectadores queramos darles- y, sobre todo, transmiten belleza.

En este sentido, Angel Camino me parece un heredero directísimo de aquellos grandes escultores de la primera mitad del siglo XX, como Brancusi o Lipchitz, cuyas obras todavía hoy nos parecen plenamente vigentes, por su enorme dominio de la tècnica, sí, pero sobre todo porque, como ocurre también con las obras de Angel, saben situarse a medio camino entre el pasado, un pasado remoto de resonancias primitivistas, y el ansia de modernidad que alumbra el futuro.

Son obras abiertas, siguiendo la línea de otro gran fllósofo de! arte de la contemporaneidad, Umberto Eco, que necesitan que el espectador las cierre, las complete con su propia experiencia de contemplación. De hecho, ésta ha sido Ia obsesión del propio Angel a lo largo de toda su vida: hacer que el arte (escribe arte deliberadamente con minúscules) llegara a la gente, que no fuera algo excesivamente intelectualizado o separado de la experiencia vital, sino algo cercano, en el sentido físico de la palabra incluso. Porque las esculturas de Angel no sólo invitan a verlas sino que invitan a tocarlas, a manosearias, a oirlas incluso (pienso por ejempio en la escultura de los jardines de la Universidad Central de Barcelona, titulada Lágrimas negras, cuya presencia física se mezcla con el murmullo del agua de un estanque), a vivirlas, en definitiva.

Y no es que carezcan de “intelectualidad”, sino que ésta ha sido superada, sobrepasada, como la técnica. para dar ríenda suelta a la emoción, a esa  belleza interna de la que habla Danto.

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