dimecres, 25 de setembre del 2013

Urra Urbieta: “La crisis energética se encuentra en el fondo de la actual situación de crisis…”


 
"Se observa en prácticamente todo el mundo un recrudecimiento de la lucha de clases…”

José Anastasio Urra Urbieta, Doctor Europeo en Organización de Empresas, Director del Máster en Consultoría Estratégica de la Universidad de Valencia, y Profesor Titular de la citada universidad, mantiene una relación afectiva especial con esta zona del litoral. Si nos remontamos a unos años antes, Urra Urbieta recuerda cómo por razones socioeconómicas, su familia se trasladó hasta aquí en 1984, “emigramos desde el País Vasco a Peñíscola inicialmente, para posteriormente, tan solo un par de años después, trasladarnos a Benicarló”. Y en esta ciudad abrieron por primera vez las puertas del conocido Restaurante Itxaso, “gestionándolo hasta no hace muchos años”. Urra Urbieta ha publicado numerosos artículos y otras contribuciones académicas, y una de las obras que más interés han suscitado. Se trata del libro “Las mentiras de la crisis…”, que ha obtenido un considerable éxito en las redes sociales. Como él mismo explica, el origen de su interés por el mundo y su funcionamiento y mecanismo podríamos encontrarlo en su adolescencia, ya que, aunque aún no se había despertado lo que con el tiempo se convertiría en su pasión y su medio de vida “ya había cosas que me producían asombro”.

Así, tu interés por la economía nace ya durante tu adolescencia...

Sí, aunque solo contaba 16 primaveras en mi haber y mis intereses conscientes eran bastante más mundanos que la “compleja” economía de los medios de comunicación (no se estudiaba nada relacionado con la economía o la sociología en el bachillerato de ciencias), ya había cosas que me producían asombro y me despertaban dudas. Decidí estudiar Ciencias Económicas y Empresariales en Valencia porque…, la verdad, porque entonces nuestro sistema prometía y laureaba un futuro de trabajo más confortable y seguro que el del restaurante familiar gracias a una buena formación superior. Durante la carrera me pareció sorprendente que ninguna de las corrientes económicas que estudiábamos mantuviese una perspectiva sistémica de la economía, la economía como un sistema dentro del sistema mayor de la biosfera; todo se veía fragmentado y desvinculado, y apenas relación del sistema económico o la economía con el medio en el que se desarrolla.

Eso generó un incremento en tu interés por la temática económica…

Efectivamente, mi interés por la economía, por tratar de entenderla, fue creciendo a partir de mi incorporación como Profesor Ayudante en la Facultad de Economía, a medida que progresaba en mis estudios de doctorado, en el desarrollo de mi tesis doctoral y, sobre todo, a medida que empezar a viajar por el mundo me permitió comenzar a contrastar en primera persona teoría y práctica. La hiperespecialización de mis estudios sobre la psicología humana ante las decisiones empresariales me llevó a darme cuenta de cómo la cultura, con su miríada de estereotipos y prejuicios, modifica nuestra percepción de la realidad, socializa e institucionaliza nuestra percepción de la realidad, desvinculándonos cada vez más de nuestros orígenes, de la naturaleza y sus implacables termodinámica y ecología. Comencé a revisar y a actualizar mis conocimientos de Ecología, Física, Biología, Historia y Sociología, y empecé a atar cabos…

¿Qué te impulsa a escribir Las mentiras de la crisis?

El libro surge a colación de escribir en un foro de coches. Como explico en la introducción del libro, cuando me vi en la necesidad de cambiar de coche como consecuencia de mis circunstancias de salud, me informé; entonces encontré el PortalNissan.com en Internet. Comencé a echar una mano aquí y allá, a gente que tenía dudas y necesitaba información y conocimiento de los que yo disponía, en principio sobre motores. Fui observando que por allí frecuentaba gente curiosa e inquieta. Un día, uno de mis alumnos me envió un documental “crítico”. Era Octubre de 2008 cuando vi el embuste de Zeitgeist Addendum , y decidí realizar un experimento en el Portal, “LAS MENTIRAS DE LA CRISIS...”. La gente empezó a visitar el post, animándome. Las visitas crecieron a un, para mí, sorprendente ritmo. Este libro no es más que una parte de la historia de lo que ocurrió en el Portal desde entonces hasta el 2 de Julio de 2010; un conjunto de explicaciones, de reflexiones, de fuentes, de propuestas de lecturas y de acciones en torno a la idea de que si la economía y el sistema económico continúan dando la espalda a la naturaleza y a la física, tenemos la receta perfecta para el desastre; pues el sistema económico, como subsistema menor de un subsistema mayor finito y limitado, nuestra biosfera, en realidad se rige por las mismas inapelables leyes que ésta.

¿Cómo surge tu colaboración con ATTAC, y con la Universitat Jaume I (UJI), en divulgación y presentación del libro?

La colaboración con ATTAC PV y la UJI en la divulgación y promoción de los hechos, datos e ideas que se describen y discuten en el libro viene de una iniciativa de la delegación de ATTAC PV dentro de sus ciclos de actividades. Me conocían de los debates internos de ATTAC, en los que participo más o menos, como en casi todo, en función de lo que los temas de trabajo me permiten; además, me parece que cada vez más gente se está dando cuenta de que la realidad es obstinada por más que el Cuarto Poder trate de adoctrinarnos en lo contrario, y suelo colaborar con quién me lo solicita honestamente.

¿Qué es lo que te ha resultado más satisfactorio del proceso de escribir?

Destacaría, más que el proceso de escribir, el proceso de crear, porque el libro es más una especie de creación multimedia que un libro ortodoxo de estilo literario. Lo más satisfactorio sin duda es poder coadyuvar a despertar el interés, la curiosidad y la conciencia de la gente por los grandes retos que afrontamos como civilización; además, escribir me ayuda a ordenar y relacionar las ideas.

¿Y, posteriormente, con el interés generado tras su publicación?

A medida que transcurre el tiempo, no hablaría tanto de satisfacción. Desgraciadamente, a pesar del aumento de la crítica y la movilización ciudadana en cada vez un mayor número de parcelas de nuestras sociedades e instituciones, el escenario que describo en el libro y la gran mayoría de los diagnósticos y pronósticos que argumento y evidencio se están cumpliendo de largo, y a veces no se lleva nada bien el complejo de Cassandra.

¿Por qué publicaste el libro bajo seudónimo?

En realidad no es un seudónimo. Como digo, el libro surge como algo espontáneo, no deliberado, a colación de escribir en un foro de coches; y en ese y otros foros, en internet en general, Jokin_Zabal@ es el nick que adopté desde el principio. De hecho, el título completo el libro es “Las mentiras de la crisis… Una anécdota en el ciberespacio by Jokin_Zabal@.” Se trataba de despertar la curiosidad para llegar a la mayor cantidad de personas; además el libro digital es totalmente gratuito; la mejor retribución es que la gente lo lea. ¿Por qué ese nick en particular…? Pues creo que tod@s vamos llegando a una etapa de la vida en la que el nombre propio no es más que un accidente; la cualidad de persona no la trae un nombre propio, y adopté ese nick por el auténtico Jokin; un chaval de Hondarribia al que sus compañeros sometieron a un intenso bullying y acabó suicidándose al arrojarse desde uno de los muros del castillo. A menudo pienso en él…

Los optimistas dicen que nos encontramos ante un cambio de ciclo que propiciará un nuevo modelo económico. Pero, ¿cuántas bajas pueden ocasionar el frenazo económico y un obligado cambio de modelo generado por el colapso que estamos viviendo?

Que nos ha tocado ser testigos de grandes y profundos cambios está fuera de discusión; que lo que está sucediendo sea tan solo un ciclo más dentro de la lógica del sistema económico, es más que cuestionable. La evidencia que se acumula apunta más bien a una profunda crisis sistémica que cuestiona profundamente todo nuestro modelo de desarrollo industrial, e incluso nuestra expansiva y extendida cultura antropocéntrica occidental. Pero centrándonos en la cuestión, creo que dependerá en gran medida de lo que hagamos, de las decisiones que colectiva e individualmente estamos adoptando y adoptemos frente a los retos que nos acucian. Que grandes cambios están encima, queramos o no, resulta evidente; lo que quizás está más en tela de juicio o en el terreno de la especulación es si esos cambios se producirán de manera ordenada, adaptativa y organizada, o si se darán a través de la violencia, el caos y la convulsión. En cualquier caso, creo que debemos ser conscientes de que la población mundial ha pasado de los apenas 1000 millones de personas en el año 1800, a más de 6000 millones en 2000, y a unos 7000 millones de personas a finales de 2011; todo gracias a un desarrollo sin precedentes de la agricultura industrializada, de la farmacoquímica industrializada y de la movilidad industrializada, que nunca hubieran sido posibles sin una fuente de energía abundante y continua como, primero, el carbón y posteriormente el petróleo y el gas natural. La cuestión es a cuántas personas podrán soportar los ecosistemas en su actual situación de deterioro en un mundo de carbón, petróleo y gas natural menguantes; eso sin considerar los crecientes desastres humanitarios y económicos que ya están ocurriendo debido al calentamiento global.

El capitalismo ha llegado a su límite de reproducción natural. Y después del capitalismo, ¿qué?

Quién sabe, ojalá tuviéramos bolas de cristal. Lo que estamos observando en prácticamente todo el mundo es un recrudecimiento de la lucha de clases que algun@s creían relegada a tiempos pretéritos. El modelo capitalista se extiende mediante la acumulación de capital a partir de la tasa de ganancia ampliada, que procede de la plusvalía del capital invertido; pero la plusvalía realmente solo se produce en la transformación industrial, a partir de alguna combinación particular de recursos, trabajo y capital. A medida que, cada vez más rápido, vamos alcanzando los límites de recursos y de carga de los ecosistemas en todo el mundo, la tasa de ganancia, la plusvalía, se desploma paulatinamente en todos los sectores.

¿A dónde conduce esta dinámica?

Nos lleva a que capital y capitalistas busquen la ganancia cada vez más por las vías que les restan: la economía financiera de casino, con elevadas apuestas y elevado riesgo, pero solo un espejismo virtual eventual en tanto que carece del mínimo respaldo de la economía real y productiva (Joseph Stiglitz y su equipo han estimado que, en 2010, el montante de la economía financiera mundial superaba en más de 70 veces la economía real; esto es, más de 70 veces el PIB mundial, alrededor de 48 billones europeos –millones de millones– de Euros según el Banco Mundial; o sea, que estamos hablando de unos, ¡3360 billones, con B, de euros!); el expolio mundial de la rentas del trabajo; y la erosión y descapitalización del Sector Público, del patrimonio perteneciente a todos los ciudadanos. Esto es lo que estamos contemplando, con especial virulencia desde los años 70 del siglo pasado, tal como muestran todos los indicadores. Pero, ese superlativo apalancamiento financiero de la economía real solo puede prosperar si la economía real sigue una senda de crecimiento que gradualmente permita ir convirtiendo toda esa magnitud estrictamente financiera en una magnitud real, riqueza tangible, contante y sonante.

¿Y qué factores deben darse para que este proceso se reproduzca?

Necesitamos, como condición sine qua non, una fuente de energía abundante, continua y barata de la que cada vez disponemos menos. Así, desde 2004 la oferta mundial de petróleo convencional es prácticamente inelástica, lo que significa que solo responde a los incrementos de demanda con aumentos de precio, porque ya no podemos producir mayor cantidad de petróleo convencional a nivel mundial.Incluso la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) ha reconocido que el “pico” mundial de petróleo convencional se produjo en 2006. A partir de ahí, ya hemos visto lo que ha ocurrido, un progresivo desmoronamiento de las finanzas mundiales, desde las hipotecas subprime y otros tipos de derivados financieros a la deuda soberana, pasando por el crédito en todos sus formas; una progresiva devaluación de los salarios en todo el mundo, particularmente en Europa y Estados Unidos; y una progresiva presión del capital sobre los gobiernos de todo el mundo para privatizar los servicios públicos, últimos reductos de “mercados cautivos”, en los términos mercantilistas del sistema, pues de una forma o de otra, antes o después, tod@s necesitamos educarnos y formarnos, tod@s vamos a tener circunstancias de salud, y a tod@s nos va llegar un día en que no podamos seguir trabajando y necesitemos de ciertos ahorros para acabar la vida de manera digna. Esto ya está aquí; si es futuro o no, es una cuestión que deberemos decidir entre tod@s, por acción o por omisión.

Afirmas que el decrecimiento se inició ya en los años 70 del siglo XX.

No; si hubiese sido así, muy probablemente otro gallo nos cantaría a estas alturas. Lo que afirmo reiteradamente es que en los años 70 del siglo pasado, hace 40 años (es que si no parece que hablemos de una época distante, cuando en realidad fue anteayer), la ciencia evidenció y constató con mayor certeza que nunca anteriormente que estábamos cada vez más peligrosamente cerca de los límites ecológicos y físicos de nuestro planeta azul. Hace 40 años se cumplieron las previsiones de Marion King Hubbert sobre el “pico” petrolero de Estados Unidos, que se produjo alrededor de 1973; se produjo la primera gran crisis del petróleo mundial (en parte como consecuencia de la guerra del Yom Kipur); se publicó el informe del MIT (Massachusetts Institute of Technology) sobre The limits to growth encargado por el Club de Roma; se establecieron las bases y el paradigma de la Economía Ecológica por figuras como Kenneth Boulding y Nicholas Georgescu-Roegen, entre otros; y cobró fuerza el movimiento ecologista mundial. En las mismas fechas, Estados Unidos, Richard Nixon, acuciado por una descomunal e impagable deuda pública, en parte engrosada por la enquistada contienda en Vietnam, decide unilateralmente la abolición definitiva del Patrón Oro y el establecimiento de un sistema mundial de cambios flotantes; a la vez, se inicia, desde el corazón del american way of life, un proceso mundial de desregulación financiera en todos los órdenes avalado por una vuelta a la doctrina liberal previa a la 1ª Guerra Mundial, abanderado por la Escuela de Chicago y la pseudoteoría de la Escuela Austríaca, y los experimentos del Chile de Pinochet, del reino Unido de Tatcher y de la Reaganomics posterior; y, por supuesto, desde esas fechas, se trata de esconder en “el baúl de los recuerdos” todo vestigio de Economía Ecológica o límites al crecimiento. No fue casualidad; además del cúmulo de circunstancias y procesos que desembocaron en ese nuevo orden que hemos denominado Globalización, una vez conscientes de la proximidad de los límites del crecimiento, las élites prefirieron apostar por la economía de casino, la ganancia especulativa y el expolio de las rentas del trabajo, toda vez que el crecimiento productivo, real, empezaba a contar con menores grados de libertad.

Se puede encontrar mucha información del sector que indica que el consumo de petróleo ha llegado a su cénit, y que a la crisis actual se va a sumar la ocasionada por la escasez de petróleo.

Bueno, una de las cosas buenas de las laureadas TIC es que, efectivamente, se puede encontrar mucha información sobre muchas cosas si sabes buscarla y dispones de un criterio bien formado y crítico para desgranar el trigo de la paja. Pero la realidad no sigue el proceso que planteas, sino uno bastante diferente. La demanda mundial de crudo goza de muy buena salud, de hecho no para de crecer porque nosotros y nuestro sistema somos verdaderamente adictos a la brea negra. Sin embargo, sí es cierto que desde 2008 la demanda ha caído ligeramente en Estados Unidos, Europa y Japón; pero no porque el consumo haya llegado a ningún cénit, sino porque el declive mundial de la producción de crudo convencional está presionando los precios al alza, como estamos observando, y los precios más elevados están destruyendo la demanda (por ejemplo, cada vez somos más quienes movemos menos el coche, o directamente prescindimos de él, o usamos menos la calefacción o la climatización, porque el precio de la gasolina o el diésel que hace falta para esos consumos es tal que la menguante renta disponible no nos permite hacer frente a todo). Sin embargo, globalmente la demanda permanece constante o incluso en aumento, porque ese descenso en la demanda occidental se ha visto compensado con el incremento de la demanda por parte de los emergentes.

En realidad, el “pico” o cénit del petróleo crudo convencional no está directamente relacionado con el consumo de petróleo, la demanda, sino con su producción, con la oferta. El cénit del petróleo crudo convencional, reconocido incluso por la IEA en 2006, como he señalado antes, es el momento en el cual se alcanza la tasa máxima de extracción global de petróleo y tras el cual la tasa de producción entra en un declive terminal. En otras palabras, en la litosfera muy probablemente queden reservas de petróleo para varios siglos; el problema es que la tecnología actual solo permite extraerlo en cantidades cada vez menores y de formas más costosas. ¿Por qué? Porque en realidad, la extracción de petróleo depende de la energía requerida en el proceso y no de su coste económico. Esto es lo que se conoce como Tasa de Rentabilidad Energética, o TRE, o el cociente entre la cantidad de energía total que es capaz de producir una fuente de energía y la cantidad de energía que es necesario emplear o aportar para explotar ese recurso energético; y su límite físico, marcado por la termodinámica, es 1, o sea, el momento a partir del cual hemos de invertir en el proceso de producción o extracción más energía que la que obtenemos mediante dicho proceso. Cuanto más cerca de ese límite, y a partir del mismo en el extremo, da igual la cantidad de dinero que se pueda invertir en la extracción, así fuere infinito, la muerte física, real, del sistema está asegurada, pues la cantidad de energía necesaria para producir energía supera a la cantidad de energía producida.

Y estamos cerca del límite… Cada vez más cerca… Para que nos hagamos una idea, cuando se descubrieron y comenzaron a explotar comercialmente los primeros yacimientos de crudo allá por 1900, o incluso un poco antes, la TRE de un yacimiento convencional estaba en torno a 100:1 (con la energía equivalente contenida en un barril de crudo se podían extraer 100 barriles); en la actualidad, a medida que ese petróleo de más fácil acceso se ha ido agotando, la TRE de los mejores yacimientos de crudo convencional no supera la cifra de 20:1 o 15:1 (es necesaria la energía equivalente de entre 5 y 7 barriles de petróleo para obtener los mismos 100 barriles de antaño). Claro, en los yacimientos que todavía no hemos explotado, por su dificultad y coste debidos a su ubicación en aguas profundas o zonas remotas y con condiciones climatológicas extremas, la TRE se desmorona, precisamente debido a las ingentes cantidades de energía necesaria para lograr su dificultosa extracción, eso sin valorar sus elevados riesgos medioambientales, como hemos tenido ocasión de comprobar en numerosas ocasiones, y baste recordar el desastre en el Golfo de México provocado por la Deep Water Horizon de BP.

Y, ¿sucede algo parecido con el fracking?

En el caso del tan laureado fracking, como dato, la TRE del shale gas, o gas de esquistos de pizarra, no llega a 3:1 en el mejor de los casos; ocurre que el proceso de extracción costosísimo en términos energéticos se junta con una calidad energética de risa del gas en cuestión y con un declive aceleradísimo de los pozos, eso sin considerar los impactos ambientales catastróficos, fundamentalmente en acuíferos y niveles freáticos, tal como estamos viendo en Colorado estos días tras la devastación de los huracanes. Con todo, si cada vez demandamos más petróleo a nivel mundial, pero cada vez podemos extraer menos, parece que tenemos un serio problema; además, por desgracia de la física y la entropía, ninguna de la fuentes energéticas renovables goza de una TRE ni de lejos parecida a la del crudo convencional, con lo que ninguna de ellas, ni incluso cualquier mix de ellas, es sustitutiva de la energía neta que actualmente aun nos proporciona el crudo convencional. Y todas requieren de grandes cantidades de energía fósil para su escalamiento e industrialización… En resumen, la energía neta mundial disponible está en un claro declive irremediable (la propia IEA ofrece una estimación de alrededor de entre un 3% y un 5% de descenso anual de la productividad de los yacimientos convencionales), sin solución a la vista que permita sustentar un sistema económico industrial creado alrededor de un petróleo de calidad y abundante que ya es historia. ¿Es el fin del mundo? No, es el fin del sistema socioeconómico industrial tal como lo hemos vivido y pensábamos que sería siempre.

En cuanto a la crisis actual, como he señalado, la evidencia muestra que la causalidad es a la inversa de lo que propones: la crisis energética se encuentra en el fondo de la actual situación de crisis. Como apuntaba antes, desde 2004 la oferta mundial de petróleo convencional es prácticamente inelástica, lo que significa que solo responde a los incrementos de demanda con aumentos de precio porque ya no podemos producir mayor cantidad de petróleo a nivel mundial. De hecho, las dos instituciones mundiales que mejor información manejan (aunque no la publiquen toda ni sean precisamente modelos de transparencia) han reconocido que el “pico” mundial del crudo convencional se produjo en torno a 2006; una de ellas explícitamente, como he señalado antes para la IEA, y la otra, la USA Energy Information Administration (EIA), implícitamente. Y no solo eso, sino que, según las mismas solventes fuentes, desde 2006 la producción mundial de crudo se encuentra estancada en torno a los 87 millones de barriles al día (mbd) o en ligero retroceso (en realidad, la producción de crudo convencional está experimentando una tasa de descenso de en torno al 2%-3% anual desde 2006, que se ve eventualmente paliada por líquidos de inferior TRE y calidad energética).

¿Qué pasa con los países emergentes que se han apuntado al capitalismo en pleno decrecimiento?

Aunque, como acabo de argumentar, en realidad el decrecimiento mundial en su conjunto viene produciéndose tan solo desde 2007-2008, las causas profundas de la situación que vivimos se han gestado durante muchas décadas previas; quizás durante los 2 últimos siglos, me atrevería a decir, o incluso antes, a partir del descubrimiento de América por Occidente, o puede que incluso antes, a partir del descubrimiento de la agricultura. Lo que pasa con los países emergentes es que cuando han conseguido instaurar y reforzar sus sistemas institucionales, tras liberarse del colonialismo extractivo de los siglos XVII, XVIII y XIX, han optado por el mismo modelo de desarrollo capitalista occidental que ya estaba dando muestras de agotamiento en los centros mundiales de decisión. Desde 2007-2008 el decrecimiento mundial en su conjunto (la tasa de crecimiento del PIB mundial es claramente descendente), se puede descomponer en dos tramos: mientras las economías occidentales decrecen, las economías de los emergentes crecen. Se puede decir inequívocamente que el decrecimiento occidental está sufragando el crecimiento de los emergentes, aunque estos también están viendo disminuir sus tasas de crecimiento (en 2007, China crecía a una tasa interanual aproximada del 14’5%, mientras que en 2012 su crecimiento interanual se ha situado alrededor del 8’5%; esto supone un decrecimiento neto acumulado del 6%). Esto es especialmente evidente en términos energéticos: el descenso del consumo energético en Estados Unidos y Europa debido a la crisis se ha visto compensado con creces con el incremento de consumo energético de los emergentes.

Y, ¿qué situación global se genera?

La situación actual muestra que la apuesta tardía de los emergentes por el modelo desarrollista-extractivo capitalista solo presiona adicionalmente para acercarnos globalmente a los límites ecológicos planetarios; de hecho, es en los emergentes donde los problemas ambientales son mayores, donde la extracción es mayor y más rápida, donde el trabajo y “los comunes” son más expoliados, y donde la desigualdad socioeconómica es mayor. El principal conjunto de emergentes es el formado por los denominados BRICS (Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica). Pues bien, solo Rusia y, en menor medida, Brasil, son relativamente autosuficientes en términos energéticos; China depende del exterior en más de un 35% del petróleo y gas que consume (y eso gracias a que han incrementado vertiginosamente el consumo de carbón autóctono), mientras que India depende de las importaciones en más de un 98% de su consumo de crudo y gas. Lo que sin duda también está ocurriendo es un cambio en los centros de poder mundiales, donde los BRICS están comenzando a ocupar una posición geoestratégica proporcional al peso de sus economías en el mundo. Aunque, sin duda, en los próximos años veremos crecer sus problemas internos y las revueltas sociales a medida que sus ingentes poblaciones constaten que el prometido desarrollo no es más que una quimera que se les vende tratando de ocultar que la práctica totalidad de los beneficios solo nutre las arcas de sus élites.

¿Cómo se soluciona la ecuación crecimiento-medioambiente?

En realidad no existe tal ecuación en términos de contradicción intrínseca. La verdadera contradicción es la relativa a “crecimiento capitalista” versus medioambiente. Esta distinción, entre crecimiento con desarrollo “malo” y desarrollo “bueno” con crecimiento, es crucial, pues abre puertas que todavía nos permiten contemplar una salida “humana” y razonable al actual atolladero. En la actualidad, si bien es indiscutible que la solución de la crisis ecológica no es principalmente técnica y requiere una disminución de la producción material, pasa sin embargo por una forma de desarrollo. Por ejemplo, evitar un cambio climático grave necesita la transición hacia un sistema energético y económico basado exclusivamente sobre la puesta en práctica y la mejora de tecnologías de conversión de las fuentes renovables; igualmente, una agricultura orgánica de proximidad, la gestión de un sistema energético renovable y descentralizado, la reforma ecológica de las ciudades y la restauración de los ecosistemas necesitarán de una gran cantidad de mano de obra. En consecuencia, disponemos de una salida “humana” y razonable, pues la población que el capitalismo considera con desprecio como “excedentaria”, debería, dentro de otra lógica, ser considerada como una oportunidad para una política ecológica.

El planeta es finito, y eso no es relativo ni opinable…

Así es. Kenneth Boulding lo expresaba de esta forma: “Cualquiera que crea que el crecimiento material infinito es posible en un planeta físicamente limitado, o es un loco o es economista”; mientras que Nicholas Georgescu-Roegen lo hacía en estos términos: “Es imposible un crecimiento exponencial indefinido en un medio ambiente que es finito”. Albert Einstein llegaba todavía más lejos al aseverar que, “El mayor problema de la Humanidad es que no entiende la Función Exponencial”. Pero no solo es que nuestra biosfera sea finita y limitada, ¡es una esfera!, sino que además, dada nuestra actual tecnología, para el ser humano es un sistema prácticamente cerrado en el que, si nos aplicamos y esforzamos, en las próximas décadas a lo sumo podemos aspirar a un mejor aprovechamiento de la energía que nos llega del Sol.

Es necesario tomar conciencia para poder impulsar un cambio, pero, ¿estamos por la labor?

Bueno, pues como en casi todo, algun@s más, otr@s menos, y aun la mayoría parece que no… Lo que parece evidente es que, a medida que la situación se deteriora rápidamente en la práctica totalidad del globo, cada vez más gente intuye que algo no va bien y cada vez se cuestiona más cosas y más profundas. Desgraciadamente, lo más frustrante resulta que la mayoría de la gente que comienza a cuestionarse cosas lo hace espoleada por el deterioro personal e intransferible que experimenta, en un afán de recuperar una situación pretérita que no volverá, y con poco ánimo de reconocer que el verdadero problema de fondo se deriva del desacople entre nuestro sistema cultural y de desarrollo socioeconómico y los límites físicos que marca nuestro universo. No deja de resultar tristemente curioso que, en general y salvo excepciones, la gente sea capaz de imaginar un apocalipsis nuclear, una debacle climática, una bacanal zombie sobre el planeta, o incluso una extinción masiva de todas las especies, y sin embargo se muestre incapaz de imaginar que podemos organizar nuestras relaciones socioeconómicas con un sistema distinto al capitalismo, ¡cuando la mayor parte del tiempo de nuestra historia como civilización el capitalismo como tal no ha existido! Pero esto, como han demostrado la antropología y la psicología cognitiva, está más bien profundamente relacionado con nuestra evolución como especie: mientras nuestros comportamientos individuales y colectivos tienen tremendas consecuencias a medio y largo plazo, genéticamente no hemos superado el instinto que nos lleva a centrar nuestra preocupación estrictamente en aquello que nos afecta en un plazo más inmediato. Y no nos damos cuenta de que nuestras decisiones y comportamientos a corto plazo configuran lo que construimos a largo plazo y establecen los grados de libertad que tendremos para rectificar a lo largo del tiempo. No somos tan racionales como la sabiduría popular cree, mucho menos de lo que afirma la ortodoxia económica, y además nadie se libra de portar su mochila de contradicciones.

En este marco de economía especulativa, ¿en qué situación quedan las políticas proteccionistas del ámbito social?

Como vengo argumentando, cada vez más rápidamente en una situación de abandono público y privatización para tratar de continuar el negocio del Business As Usual toda vez que los límites sobre el factor de rentas de los recursos están cada vez más próximos. Creo que al capitalismo no le importamos demasiado las personas fuera de nuestro papel como productores de renta, bien sea mediante el trabajo, bien mediante el consumo, o mediante ambos, y a la evidencia me remito. De hecho, hay algunos intelectuales que incluso argumentan que en el sistema capitalista el valor marginal de la vida humana disminuye a medida que la población aumenta; el capitalismo nos transforma, de personas en mercancías con un estricto valor de uso.

En el fondo, estamos viviendo lo de siempre, una lucha de clases, aunque suene anacrónico.

A mí no me suena anacrónico. Solo hay que ver las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para darse cuenta de cómo, desde prácticamente hace 40 años, las rentas empresariales, el Beneficio, crecen en todo el mundo mientras las rentas del trabajo, los salarios, no paran de disminuir, cada vez a mayor velocidad, y las rentas de los Estados, los impuestos, también, aunque no tanto ni tan rápidamente. El mensaje del anacronismo de la lucha de clases es una de las grandes apuestas del capital; son el capital y los capitalistas los más interesados en que los pueblos piensen que la lucha de clases es tan solo un recuerdo del pasado. El problema es que son los propios trabajadores los que más, y antes, han claudicado, por diferentes razones: el espejismo del Gran Pacto Social tras la II Guerra Mundial, impulsado por el temor del Capital a los sistemas socialistas soviéticos que despertaron de nuevo la conciencia de clase en Occidente; el desarrollo de los medios de difusión, que no información, de masas y la propaganda capitalista bien empaquetada; el confort y mejora alcanzados durante varias décadas por los trabajadores occidentales, que ha introducido y arraigado la idea de que cualquiera podía prosperar acumulando cierto capital para dejar de ser trabajador… ¿Sabías, por ejemplo, que actualmente cada ciudadano norteamericano está expuesto, en media, a más de 2000 impactos publicitarios al día; o que, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en España el 97% de la población se informa casi exclusivamente a través de la televisión…? De todas formas, al final, no hay peor ciego que el que no quiere ver, y encima soporta la carga…

Da la sensación de que, a pesar de que son muchos los que opinan que el Gobierno no está haciendo, precisamente, lo que debería, se haga lo que se haga siguiendo parámetros ya inventados, no va a dar resultado.

El Gobierno, pero tanto éste como el anterior, o mejor, los gobiernos, porque el modelo se reproduce por toda Europa y Norteamérica, solo aplican lo que la ortodoxia económica propuso para salir de la crisis: una combinación de política fiscal restrictiva (disminución de impuestos directos o progresivos, incremento de impuestos indirectos o regresivos y disminución del gasto público), política monetaria expansiva (emisión de dinero sin respaldo alguno mediante ampliación de los balances del BCE y de la FED), y devaluación interna (básicamente mediante deflación salarial). Pero las hipótesis sobre las que tratan de sostener estas medidas son incontestablemente falsas, sin que, hasta la fecha, sepamos si lo son deliberadamente u obedecen a un diagnostico absolutamente erróneo de lo que está pasando en el mundo. En cualquier caso, son falsas, y, en consecuencia, todas las medidas económicas están fracasado estrepitosamente, tal como podemos observar: el multiplicador monetario, o impacto de la masa monetaria sobre la demanda agregada, no funciona, porque ya estamos atrapados en la trampa de la liquidez; el multiplicador del gasto público, o impacto negativo de las restricciones presupuestarias públicas sobre la demanda agregada, es casi cuatro veces superior al estimado por los modelos de los sesudos economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI); el abaratamiento generalizado de los salarios y del despido solo está hundiendo irremisiblemente la demanda efectiva. Pero lo peor, en mi opinión, es que parecen ser insaciables, y no solo no piden perdón por sus flagrantes errores, sino que además intentan perpetuar el engaño y la huida hacia adelante miserablemente con el único fin real de proteger a la élite financiera y corporativa quebrada. Somos much@s l@s que pensamos que los gobiernos, prácticamente de todo signo, no están haciendo lo que deberían. Pero solo son opiniones, porque otr@s, aunque los menos, piensan que los gobiernos sí están haciendo lo que deben. De hecho, son es@s poc@s que se encuentran arriba en la pirámide capitalista los que más y mejor cabildean y cooptan los gobiernos de todo signo para que regulen o desregulen en su estricto beneficio; claro, evidentemente, desde su perspectiva, los gobiernos sí están haciendo lo que deberían, ¡vaya que sí! Desde la perspectiva de los políticos institucionales, también parece claro que los gobiernos hacen lo que deberían, pues los gobiernos, en general, parecen regirse más por las decisiones que en cortos horizontes temporales les aseguren más la continuidad en el puesto.

¿Cómo describirías el marco socioeconómico actual?

A mi juicio, existen al menos tres fuerzas inerciales muy potentes. Por un lado, por acción u omisión, hemos construido un sistema económico de mercados globalizados mientras que los marcos jurídicos regulatorios permanecen, deliberadamente me atrevería a decir, fragmentados, parciales y territoriales; ¿qué decisiones pueden tomar, sin ir más lejos y por ejemplo, los gobiernos de España, o de Grecia, en el marco de la UE, o en el marco del Acuerdo Bilateral de Comercio entre Estados Unidos y la UE que se está fraguando entre bastidores…? Por otro lado, si cualquier partido político con aspiraciones a gobernar propusiese o adoptase las medidas que con mayor probabilidad pueden mejorar las cosas integralmente, ni sería elegido ni seguiría gobernando; ¿o a quién le gusta que, en mitad de la fiesta, cuando el clímax se va alcanzando, alguien llegue, apague las luces y advierta de que hay que cerrar porque la resaca va a ser ya monumental…? Y, además, como fruto de la cultura dominante establecida, que ha exacerbado, y continúa haciéndolo, el culto al individualismo, estamos anclados en un proceso de locus de control externo, seguimos esperando, más o menos alegremente, que, como dices, “se haga algo”, que un tercero ajeno a nosotr@s venga a solucionarnos la papeleta, en vez de asumir nuestra responsabilidad para darnos cuenta de que somos los únicos dueños de nuestra libertad. Y, en mi opinión, no; no va a dar resultado nada de lo que se haga mientras, más que parámetros ya inventados, sigamos haciendo lo mismo de siempre para únicamente poder ganar algo de tiempo mediante meras huidas hacia adelante. No va a funcionar, aunque intentarán mantener el engaño mientras puedan mediante mentiras, estadísticas amañadas y cortinas de humo, tal y como estamos viendo. De nuevo, Einstein se dio cuenta de que “Se requieren nuevas formas de pensar para resolver los problemas creados por las viejas formas de pensar”.

¿El cooperativismo, o repartir las horas de trabajo, puede ser una solución viable para poder paliar de alguna manera las consecuencias económicas y hacer frente a las listas de parados?

Una solución viable en sí misma no, pero tampoco tan solo para paliar los síntomas. Sin duda, volver la mirada y la acción tanto a modelos cooperativos como al reparto del trabajo, forma parte de una posible salida humana y razonable a la actual situación. La realidad es que en la antítesis lineal de la cooperación se encuentra la competencia, y el sistema que venimos institucionalizando se ha pasado de frenada con la competencia y la competitividad, dejando solo algunos resquicios simbólicos para la cooperación. Un sistema a todas luces desequilibrado, oligofrénico y autodestructivo, me atrevería a decir.

La deslocalización de las empresas, ¿es un mal irreparable?

Las deslocalizaciones empresariales obedecen a la lógica perversa del sistema, y son ruinosas para tod@s, incluso para las empresas, por diferentes razones. Por un lado, generan desempleo en los países de origen y subempleo en los países de destino, por lo que sociolaboralmente son desastrosas. ¿Sabías, por ejemplo, que los 20 millones de dólares que NIKE pagó a Michael Jordan en 2008 por un spot publicitario de 1 minuto de duración, equivalen al total de los salarios que NIKE pagó durante ese mismo año a sus 85.000 trabajadores de todas sus fábricas de Indonesia? Adicionalmente, las deslocalizaciones introducen importantes incentivos perversos, debido a los laxos marcos institucionales y la elevada corrupción de los países de destino, para que las empresas incurran en elevados impactos sociales y medioambientales por los que no responden y con los que cargan a las poblaciones de esos países, lo que en Economía se conoce eufemísticamente como “externalidades”. Pero es que, además, abocan a las empresas a la paradoja de los costes, ya que lo que puede ser bueno para una empresa deja de serlo para todas cuando todas juegan a lo mismo. O sea, si deslocalizándose una empresa reduce sus costes de producción, se hace más competitiva (puede vender más barato o con mayor margen), vende más, y su beneficio es mayor; pero si todas las empresas hacen lo mismo, entonces ninguna resulta más competitiva que las demás, y todas venden menos (porque la presión generalizada a la baja sobre los salarios reduce la demanda efectiva), y sus beneficios se desmoronan. Es la carrera hacia el precipicio.

¿Hay indicios de que esta situación se esté revirtiendo?

Sí. De hecho estamos ya observando una inversión de la tendencia empresarial de las últimas décadas hacia la deslocalización. El incremento de los costes, y los precios, energéticos, del que ya hemos hablado, ha hecho que el incremento de los costes logísticos no compense los ahorros en producción derivados de las deslocalizaciones; y, al tiempo, las devaluaciones internas vía salarios en Estados Unidos, Canadá y, especialmente, Europa, permiten reducir tanto los costes de producción como los de logística (éstos por encontrarse a pie de los mercados aun con elevado poder adquisitivo relativo). ¡Toda una casualidad que cuándo los costes energéticos vetan las deslocalizaciones, en Occidente vayamos a equiparar salarios cada vez más con los anteriores países de destino, ¿no?! Pero ni con esas, porque, con todo lo listos que son, solo ahora empiezan a reparar en la paradoja de los costes; ahora empiezan a darse cuenta de que la devaluación interna sencillamente mata la demanda efectiva y solo deja abierto el camino de la exportación. Pero entonces tratan de volver a engañarnos contándonos que gracias a las bajadas generalizadas de salarios nuestras empresas son más competitivas, gracias a lo que las exportaciones han aumentado, y por lo que España va bien; lo que no dicen es que, en realidad, las empresas no tienen más remedio que exportar porque la devaluación interna ha fulminado la demanda efectiva interna, y aquí no se venden ni cromos porque no hay quién los compre. O sea, que las exportaciones han aumentado, sí, pero no porque nuestras empresas jueguen en la champion, sino porque la demanda interna y las importaciones caen en picado. Pero aún hay más mentiras, porque la apuesta única de la competitividad y las exportaciones requiere de países con saldos de balanza comercial positivos y países con saldos de balanza comercial negativos, o sea, países que importen lo que otros exportan; pero, como se puede intuir fácilmente, en un mundo con 195 países reconocidos, todos jugando a ser más competitivos y a exportar a los demás, se entra rápidamente en lo que en Economía se conoce como “juegos multipersonales de suma nula” (e incluso en “juegos de suma negativa”), donde todo lo que algunos jugadores ganan es a costa de las pérdidas de los demás (o incluso todos acaban perdiendo).

Contestando a tu cuestión, lo que cada vez resulta más irreparable no es la deslocalización empresarial, sino la perversa lógica de un sistema que trata de “gestionar” el mundo y a sus habitantes de todo tipo según el criterio empresarial del máximo beneficio a corto plazo mediante la mercantilización progresiva de cualquier vestigio de vida.

¿Qué medidas pueden tomarse que puedan ofrecer un poco de oxígeno a la situación actual?

Esto es complicado, tampoco van a funcionar las “medidas que puedan tomarse”, así, de forma aséptica, como si cada un@ de nosotr@s no fuésemos parte del problema y de la solución al mismo tiempo y necesitásemos ser constantemente y eternamente tutelados. Además de lo que ya venimos comentando, lo que parece evidente es que deberíamos ir hacia modelos institucionales socioeconómicos ecológicos: con ciclos económicos cerrados, computando tanto la producción como el reciclaje más completo posible en los sistemas de costes y precios; con sistemas productivos locales anclados al territorio que acerquen la producción al consumo; con elevados impuestos a los comportamientos negativos (como la polución o la especulación financiera más allá de lo necesario para el funcionamiento del sistema); con fuerte regulación que sancione sin contemplaciones los comportamientos en contra del bien común; con sistemas energéticos descentralizados y autogestionados, y basados en aquéllas energías renovables de mayor TRE, como la mareomotriz, la eólica y la solar de concentración; con actitudes personales e individuales más conscientes, empáticas, solidarias y autocontenidas… Como podemos comprobar fácilmente, exactamente lo contrario de lo que venimos haciendo desde prácticamente siempre… Buscamos soluciones “mágicas” o tecnológicas que solo incrementan el grado de complejidad que ya se encuentra en el mismo origen de los problemas, y ni siquiera prestamos atención a la búsqueda de salidas genuinamente alternativas que, en abierta ruptura con los mitos del crecimiento, el consumo y la competitividad, son descalificadas repetidamente. Como afirma nuestro compañero Carlos Taibo, “preferimos ignorar que hay soluciones relativamente sencillas que no reclaman ni avanzadísimas tecnologías ni presumibles descubrimientos, y que tan solo exigen, sin más, asumir un estilo de vida austero, social e igualitario”.

¿Cuántas mentiras se han construido sobre esta crisis?

Muchas, pero por no extenderme más en este punto, si te parece, me remito a algunas de las que he evidenciado en las cuestiones anteriores, así como a todas las que evidencio y describo en “Las mentiras de la crisis…”: http://www.iudescoop-formaempleo.es/wp-content/uploads/2010/09/Urra2010_LasMentirasDeLaCrisis.pdf

¿Cómo se está educando y formando hoy en las universidades a los futuros economistas y empresarios?

Diría que nada bien. La realidad es que mientras ya no tenemos la Física de hace 200 años, ni la Biología de hace dos siglos, ni la Psicología de hace 100 años…, la Economía, su corriente principal y dominante, se ha quedado anclada en los modelos y paradigmas del siglo XIX. Cada vez más, la mayor parte de lo que se enseña en las Facultades de Economía, más aún en las Escuelas de Negocios, salvo honrosas y muy poco significativas excepciones, permite entender menos el mundo en el que vivimos y las inapelables leyes de la física y la ecología que lo rigen. Se forma en los valores centrales del sistema, como el crecimiento, la competitividad, los mercados y el consumo; todo aquello que cada vez más fehacientemente sabemos que nos aboca cada vez más rápido al colapso más absoluto e irreversible.

¿Cómo gestionas tu percepción de la situación para que encaje en el modelo educativo actual?

Mal, y, personalmente, muy frustrante convivir en un medio donde la mayor parte de tus compañer@s a duras penas te llegan a comprender, y muy triste el morir lentamente del complejo de Cassandra. Sin que sirva como excusa, creo que no se debe dejar de considerar que la rampante y progresiva privatización de los “comunes” ha introducido, también en las universidades, unos factores de competencia, inestabilidad e incertidumbre que han degenerado en que la mayor parte, me atrevería a decir, de docentes e investigadores estén más preocupados y más volcados en ensanchar sus currículos con investigaciones y estudios mercantilistas que solo el perverso “sistema” considera útiles, que en atender a sus deberes deontológicos. Lo veo a diario… Y conocer la realidad, datarla y contrastarla, como venimos comentando, cambia la vida; es un trauma en toda regla: la conmoción es muy fuerte, y la aceptación muy dura y con muchas implicaciones…

¿Crees que queda sitio para la esperanza?

La realidad es que son cada vez más los científicos e intelectuales que solo auguran un gran precipicio, que ya vislumbramos, de seguir por el mismo camino. Personalmente, prefiero pensar que aún no es demasiado tarde y que lograremos darnos cuenta y rectificar el rumbo, con grandes tragedias y pérdidas, seguro, pero sin perder todas las naves. Lo que la mayoría vivimos y sentimos como una crisis cada vez mayor y más profunda, no deja de ser también una enorme oportunidad para recapacitar, analizar y cambiar las cosas; y construir un mundo distinto, donde la libertad, la justicia, la colaboración, el equilibrio, y la armonía con el medio recuperen su centralidad como valores y prácticas. Los pesimistas no somos los mensajeros portadores de la evidencia del cataclismo que se avecina si no cambiamos nuestra forma de vivir y relacionarnos, son aquéllos que renuncian a todo cambio.

¿Cuál es el mapa del futuro?

No sé si hay un mapa del futuro. Personalmente, me contentaría si tuviéramos, como dice nuestro compañero y amigo Antonio Turiel, tan solo un futuro. Desde luego, lo que resulta ya más que evidente para cualquiera que se tome la molestia de mirar y escuchar es que, o es radicalmente distinto al sistema que conocemos, o no será.

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